jueves, 24 de marzo de 2016

De Muriel Barbery

Había dos líneas escritas con tinta negra en el margen  de los primeros pentagramas.
                                   
 La lepre e il cinghiale vegliano su di voi quando
                                           camminate sotto gli alberi
                               i vostri padri attraversano il ponte per abbracciiarvi
                                                   quando dormite*


Transcurrió un instante en un gran vacío de sensaciones, y Clara vio una burbuja de silencio que se propagaba a la velocidad de las ondas antes de explotar en una apoteosis muda. Releyó el poema y ya no se produjo deflagración alguna, pero algo había cambiado, como si el espacio se hubiera desdoblado y más allá de una frontera invisible hubiera un país al que deseaba ir. Aunque sospechaba que la partitura no tenía nada que ver con aquella magia, fue igualmente al piano y tocó el fragmento, que llenó el aire de un perfume de corrientes y de tierra mojada, y de un misterio en forma de estelas arboladas y emociones ocultas.



*La liebre y el jabalí velan por vosotros cuando camináis bajo los árboles/vuestros padres atraviesan el puente para abrazaros cuando dormís.

La vida de los elfos, Muriel Barbery.


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