Nuestro corresponsal cósmico, Alejandro Albaladejo, nos envía una crónica desde algún punto del universo, ¡gracias!:
El telescopio espacial de la NASA Kepler tiene
como misión principal buscar planetas lo más parecidos al nuestro
(susceptibles de ser habitados) pero por el camino ha descubierto muy
cerca del límite del universo casi 500 estrellas similares al Sol -
hasta el 2009 solamente se conocían unas 25 de esas características -
pero su descubrimiento más interesante tal vez sea otro. Kepler
ha podido captar variaciones minúsculas en el brillo estelar, que son
la manifestación de oscilaciones o vibraciones que se producen por ondas acústicas atrapadas en el interior de las estrellas, Antoni Jiménez, del Instituto de Astrofísica de Canarias (IAC) lo explica con una metáfora musical:
"El espectro de vibración de un violín es
distinto al de un saxofón u otro instrumento. Escuchando la música podemos
identificar qué instrumento es y del mismo modo, escuchando los sonidos de las
estrellas podemos conocer sus características" (www.xatakaciencia.com)
O sea que aquello de lo que hablaban los pitagóricos, la música de
las estrellas, la armonía celeste, era verdad... sólo que no la oíamos
porque estaba atrapada en el interior de las estrellas.
Bueno, en realidad, las estrellas no suenan porque el sonido no puede
propagarse en el vacío, lo que ha captado el telescopio son ondas
electromagnéticas que ha codificado, pero ya se sabe, que los magos usen
trucos no quiere decir que la magia no exista. Bueno, pues en este enlace
se puede escuchar, por primera vez, la voz del coro de estrellas, la
música que las hace brillar cada noche.
Mike Oldfield quiso reflejar esta idea en la obra de carácter sinfónico The Music of the Spheres:
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