"Edgar llevó a Katherine hasta el Támesis, se sentaron en la escollera y se quedaron viendo pasar las barcas. El cielo tenía una claridad inequívoca, como el tacto de la mano de su esposa en la suya. - Lo único que falta para completar el momento es música -, pensó él. Desde que era niño tenía la costumbre de asociar sentimientos a canciones, y canciones a sentimientos. Katherine se enteró de ello en una carta que él le envió poco después de visitar su casa por primera vez, en la que describía sus emociones "como un allegro con brío de la sonata número cincuenta en re mayor de Haydn". Entonces ella se rió y se preguntó si lo decía en serio o si era la clase de broma que sólo les hacía gracia a los aprendices de afinación. Sus amigas, por su parte, decidieron que se trataba de una humorada, por extraña que fuera, y ella no tuvo más remedio que darles la razón; hasta que más tarde se compró la partitura de aquella sonata y la tocó. Del piano, recién reparado, salió una alegre canción que la llevó a pensar en mariposas: no de las que llegan después de la primavera, sino de las pálidas y revoloteadoras que viven en el estómago de los jóvenes enamorados."
El afinador de pianos, Daniel Mason.
¡Cuántos blogs! Prometo visitarlos. Me parece estupendo lo que propones. Un saludo.
ResponderEliminar