Fernando Argenta en "Clásicos Populares" nos cuenta la siguiente anécdota:
En 1638, Gregorio Allegri compuso un Miserere ("Ten piedad") que sólo podía interpretarse en la capilla Sixtina; estaba prohibido copiarlo o interpretarlo fuera de este recinto, bajo pena de excomunión. La razón de ello no se sabe a ciencia cierta, quizás su belleza era tal que la sensualidad de los sonidos podía alterar al alma... El caso es que la partitura estaba guardada bajo siete llaves para que nadie pudiera acceder a ella.
Mozart llegó a Roma con catorce años y pudo asistir a la interpretación en la capilla Sixtina del famoso Miserere de Allegri (a 9 voces). Al terminar, Mozart regresó corriendo a la posada y anotó de memoria toda la pieza, la había retenido nota a nota, silencio a silencio. Lo hizo con tal exactitud que la hazaña se fue propagando por toda Roma hasta llegar a oídos del papa Clemente XIV que no sabiendo cómo reaccionar se planteó excomulgar al chico. Pero no podía, estaba claro que Mozart no había podido acceder a los manuscritos y que, por tanto, no los había copiado. Tuvo que admitir que el joven Amadeus era un genio y acabó concediéndole la Cruz de Caballero de la Orden de la Espuela de Oro, de la que Mozart estuvo orgulloso toda su vida.
Este es el Miserere de Allegri:
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