"Danny Boy.
Cerré los ojos, proseguí. En cuanto hube recordado el título de la canción, la melodía y los acordes empezaron a fluir espontáneamente a través de las puntas de mis dedos. Toqué la melodía una vez tras otra. Percibía con toda claridad cómo la música se iba infiltrando en mi corazón y aligeraba la tensión y la rigidez de cada rincón de mi cuerpo. Al oír música por primera vez después de tanto tiempo, me di cuenta de cuánto la había necesitado. Hacía tanto que la había perdido que incluso había dejado de añorarla. La música tornó leves mi corazón y mis músculos helados por el frío invernal y confirió a mis ojos una cálida y nostálgica luz.
En aquella música creí percibir el aliento de la ciudad. Yo estaba dentro de la ciudad, la ciudad estaba dentro de mí. [...]"
El fin del mundo y un despiadado país de las maravillas, Haruki Murakami.
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